He querido re-imaginarme escribiendo un blog, tal como lo hice a los 16 años, pero escribiendo en el futuro. O quizá yo, reinventándome o reivindicándome, como hubiera querido escribir. Los hechos narrados abajo están a titulo personal, es decir, nada ocurrió exactamente como serán descritos. Es la recreación de una idea que nació muerta, en un formato de autoexploración.
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¿Alguien más recuerda lo que hacía uno en el Internet en 2005/2006? Ahora ya más grande, ampliados los ríos de mi tiempo, fluyendo la sangre a través de la cicatrices de la experiencia, me doy cuenta de la estupidez que era mi mente. Pero nadie debe ser tan duro con uno mismo ni con nadie. En unos años o días, me dará tanta pena ajena lo que estoy escribiendo ahora, como lo que escribí hace más de una década. En fin, a pesar de los vergonzoso, vacío, sinsentido, violento que pude haber escrito, había una emoción por explorar. Esa emoción que solo puede tener un juvenil de 16 años, agazapado en el hogar, existiendo adentro, un caos. Y todo en un tono de absurdo.
Tal vez deba volver a enfatizar el punto de este escrito. Durante más de 10 años, la sedimentación de las arenas del tiempo iban acumulándose en mi memoria. Hechos pasados, ridículos y/o absurdos, quedaban como impresiones de fósiles sobre rocas en mi conciencia. Algunas más profundas, otras más frágiles, y otras aún conservando parte del material original, o rellenadas como moldes por otras experiencias que tenían aires de dejavus cósmicos. Una de esas impresiones fósiles, digamos que en piedra calcárea, quedo marcada en un tiempo y un lugar específico. Internet, 2005. En México el Internet no era todavía aún muy difundido entre familias de bajo nivel adquisitivo como la mía. Solo aquellos aristócratas de las colonias del norte de la ciudad, descendientes de los aristócratas del oriente de la ciudad en los 40's, descendientes de los aristócratas del centro de la ciudad antes del siglo 19, solo ellos tuvieron acceso a Internet, y con ello una expansión de conocimientos en los rubros de la ciencia y las artes del entretenimiento. Para el 2005 recuerdo una canción en específico. Let's get it started. En ese ritmo caían aparatos tecnológicos en las casas de centenas de capitalinos, desplazando los muebles noventeros y dosmileros del comedor. El pueblo noventero marchaba hacia la ciudad del siglo XXI. Con la voz de Fergie flotando en éter comercial, salpicada por una brisa de renovación veraniega, regresé a casa con la noticia que el Internet había llegado. Llegó, y no eran esos discos de AOL, ni fichas de prepago. El Internet llegó, y la computadora que estaba tirada ahí esperando el momento de otra ronda de solitario, buscaminas o pinball, se puso en marcha también.
Primeras impresiones. No recuerdo. ¿Qué pudo haber visto, o le pudo haber llamado la atención a un muchacho que nunca antes había tenido Internet en casa? Claro, mis privilegios de capitalino me permitieron conocer el Internet aún sin poseerlo en mi casa. En la escuela primaria te ponían frente a monitores para empezar a navegar en la red. ¿Quién posee a el Internet? Lo he pensado varios años, el Internet no se posee, no es poder alguno. Quien tiene Internet, tiene poder, pero no hay nada que diga que tenga más poder que otras persona que tenga Internet. No hay una cantidad de MB de descarga y subida que dicte quien tiene más poder, o quien posee más Internet. ¿Tiene sentido? Bueno, para mi, en el 2005, sentía que el poder estaba en el Internet. Pero lo anterior está mal formulado. Nadie me ha corregido. El poder se ejerce, no se tiene. El poder se ubica, está en las relaciones. Pues bien, el Internet aumentaba esas relaciones, y el poder que ejercían sus contenidos sobre mi, me transportaron a la abstracción pura. Casi de inmediato, saltaron delante de mis ojos frases nunca antes formuladas en mi mente. Noticias de bandas de rock alternativo, pop, metal, punk, country, baladas, del momento, de los noventas, ochentas, setentas, sesentas, cincuentas. La historia se presentaba de otra forma, a través de la música. A través de su expresión narrativa en Internet, por las mentes más desconocidas de mi generación. La música, ese hilo negro que atraviesa dimensiones. En mi corazón solo había ritmos, asimétricos, distorsionados, burbujeantes que salían a veces en gritos, arrebatos, berrinches, quejidos ¿Qué era esa música? ¿de dónde venía? Busquemos en Internet. El que busca encuentra, y encontré ciertas páginas en dónde uno podía descargar albumes completos, discografías completas, biografías completas de grupos de música inéditos para unos, conocidos por otros. Pero todos al alcance de un click, usualmente un click que podía significar un virus en tu computadora. Pero además de música, esas páginas vinculaban a otras página similares, en forma, pero cuyos contenidos hablaban de experiencias en sus escuelas, viajes, vida en pareja, ropa, películas, cómics, y muchas cosas siniestras más. Yo lo que encontré atractivo fueron las más impersonales, distantes e incompresibles para mí. Que lo era todo en ese entonces. Esos espacios eran los blogs. Y la posibilidad de conocer distintas experiencias en un sola plataforma, vinculadas virtualmente por enlaces, pero más bien eran hipervínculos que conectaban alguna postura filosófica y ontológica del día a día. De entre todos ellos, habían unos muy peculiares que mi mente revisita de vez en cuando en las rivieras de la memoria. Eran personas que tenían en común poner imágenes de lobos en distintas formas y posiciones: junto a la luna, aullando a la luna, la silueta del lobo frente un fondo lunar, algunas veces con rosas negras con gotas de lluvias o lágrimas, o sin ningún atributo extra. Acompañando las imágenes, escribían poesía o prosa, muchas veces invocando su profunda pasión hacia un ser amado, a veces aludido en una suerte de anonimato que sugería propiedades metafísicas más que la alusión a un ser humano u hombre lobo, o algún ser oscuro enmarcado en una ambiente de tinieblas. Tal vez era un Dios zoomorfo, o una bestia fantástica de alguna leyenda nórdica medieval. A veces la sensualidad salpicaba más que otras veces, y que en otros blogs de lobos. Labios púrpuras o negros a menos 16 megapixeles, en un tono sepia rojizo, acompañaban textos que relacionaban sexo y muerte, sexo y suicidio, sexo y actividad física al aire libre. Los blogs de lobos eran más que solo eso, también incluían imágenes de arquetipos humanos de ausencias, acompañamiento, decepciones, así como profecías amorosas y destinos inciertos.
Los autores de los blogs de lobos deben ser considerados para la historia del blogging como seres mitológicos. Ellas y ellos recreaban un tiempo fuera de nuestro tiempo ordinario, cruzaban las líneas paralelas que dividen la realidad ordinaria con la realidad aparte. Como pensarían los neotoltecas, sus conciencias no serán devoradas por un Águila cósmica. Pero a diferencia de los que se funden con el todo, los blogs de lobos regresaban cada vez más fuerte aun cuando ya no viéramos publicaciones nuevas. Aún cuando ya no supiéramos sus más profundos deseos. Sus conciencias se plasmaron en nuestro mundo, pero su realidad estaba por mucho conectada más allá de la sensualidad humana. Cuando uno los leía, el tiempo se detenía, la mente estaba en un bosque oscuro, de repente su boca sangrando la devoraba y regurgitaba infinidad de veces en perpetuo lamento. Los blogs de lobos fueron un monumento vivo a la abstracción en Internet.
Mucho se ha dicho sobre el origen de los blogs, la relación de su popularidad en los dosmiles con la guerra en Irak en ese momento. Pero nada de eso llegaba a los ojos de un estudiante de prepa de 16 años que seguía escuchando a Fergie cantar en la televisión mientras revisaba los blogs de lobos y de descarga de música de rock alemán setentero. Al menos, nada de lo que tuviera conciencia plena. En la ciudad, se consideraba que la guerra estaba lejos. Pero al mismo tiempo, otro tipo de violencia se estaba ejerciendo. La semilla, árbol y flor del autoritarismo clasista que vivían mis predecesores, empezó a echar raíces en mi conciencia de manera agresiva y cada vez más intensa. Esa inercia de fuerzas violentas, cataclismos emocionales, Fergie y la ausencia de un respeto a la autoridad, me llevaron a buscar un espacio similar en donde comunicarme y conectar. No como un lobo o bestia medieval, sino como un parásito inmortal.